Ceguera y visión retiniana

Claude Monet: "Álamos a orillas del río Epte, atardecer", 1891, óleo sobre lienzo, 100 x 65 cm (Colección particular. Museum of Fine Arts, Boston)

Claude Monet: Álamos a orillas del río Epte, atardecer, 1891, óleo sobre lienzo, 100 x 65 cm (Colección particular. Museum of Fine Arts, Boston)

Hace un par de años, en un curso de escritura creativa, me propusieron escribir un pequeño relato sobre un ciego de nacimiento que recuperaba súbitamente la visión. No salí airoso y quizá por eso he seguido pensando en ello.

Curiosamente, los pintores y críticos impresionistas hicieron de este asunto uno de los lugares comunes de la nueva pintura. Para Mallarmé en 1876, los jóvenes pintores renunciaban al recuerdo de todo lo que habían visto antes de enfrentarse al lienzo. Trataban de aprender a mirar como si fuese la primera vez que lo hacían. Jules Laforgue reincidió también en el «ojo natural» de los impresionistas. Tal como escribió en 1883, Monet, Sisley, Pissarro, Renoir, etc., se desprendían de las sensaciones táctiles y plasmaban en sus cuadros meras impresiones ópticas; esto es, vibraciones coloreadas sin líneas, volúmenes, ni perspectiva.

El propio Monet, ahondando en este aspecto “retiniano” de su pintura, expresó el deseo de «haber nacido ciego y haber recobrado la vista súbitamente para comenzar a pintar de este modo sin saber qué objetos eran los que veía ante sí».

La anécdota del ciego de nacimiento que recobra repentinamente la visión había sido popularizada por los filósofos empiristas ingleses a finales del siglo XVII y comienzos del XVIII. Locke en 1690 y Berkeley en 1709 se sirvieron de ella para refutar la óptica tradicional según la cual el sentido aporta información respecto a distancias, magnitudes y situación relativa de unos objetos frente a otros, en vez de hacerlo el tacto exclusivamente. Para Berkeley, “definir la situación de las cosas visibles con relación a la distancia que guardan respecto a una cosa tangible, o viceversa, sería absurdo y perfectamente ininteligible. Porque todas las cosas visibles están por igual en la mente y no ocupan parte alguna del espacio externo”.

Uno de los principales nexos entre ambos planteamientos –el filosófico de Locke y Berkeley, y el artístico de Monet– lo descubrí solo recientemente. Concretamente, fue al indagar sobre la estética de “lo pintoresco”, cuando di con el tristemente olvidado libro del escritor y político inglés Richard Payne Knight (1750-1824) Principles of Taste, publicado en 1805.

Knight cuenta el caso de un chico de 14 años, ciego de nacimiento, que recuperó la visión tras una operación llevada a cabo por el famoso médico inglés William Cheselden. Según el testimonio del muchacho, durante algún tiempo no había podido distinguir más que variaciones de luz. De lo cual Knight deduce, como Locke y Berkeley anteriormente, que es a través de la combinación de sensaciones visuales y táctiles en nuestra mente como somos capaces de calcular las distancias, tamaños, etc.

A continuación, el teórico inglés aplica estas conclusiones al arte. Para él, la pintura solo puede representar mediante artificios la lisura de objetos brillantes y redondeados, tradicionalmente vinculados con «lo bello». La verdadera fuente de placer pictórico se halla, por el contrario, en los contrastes «pintorescos» de luces y sombra, y de colores. En palabras del propio Knight, «la pintura, al imitar solo las cualidades visibles de los objetos, separa aquellas cualidades de todas las demás».

Knight se adelantó a su tiempo. De hecho, hubieron de pasar más de 50 años para un artista como Monet pusiera en práctica una concepción retiniana de la pintura semejante. Por lo que respecta a mi relato, todavía espera un final adecuado…

© Juan Ángel López-Manzanares

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4 respuestas a Ceguera y visión retiniana

  1. Leticia dijo:

    ¡Buen arranque!

  2. Carmen Hevia dijo:

    Como siempre Juan Ángel, excelente.
    Gracias

  3. Catali dijo:

    ¡Me gusta!! ¡Enhorabuena!

  4. paz dijo:

    muy buen artículo!! gracias 🙂

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